-Mírala, ahí va otra vez, siguiendo a esas horribles niñas de cerca como un perrito faldero- le da un codazo a su compañera de fila mientras señala fuera del ultramarinos. -¡Y qué pintas! ¿Su madre no la ve salir con esa ropa?
-Tengo entendido- contesta bajando la voz la golpeada en cuestión- que su madre tiene una enfermedad que la impide salir de la cama. Está tan débil que no puede ni mantenerse en pie.
-¡Tonterías! Seguro que es cuento.
-No sé, desde luego pocas veces se la ha visto salir de la Mansión, y en esas ocasiones únicamente ha sido para dar un corto paseo por el jardín acompañada de su hija.
-¿Y esa niña va a clase?
-Sí, sí, va a la misma clase que mi Rose- dice mostrando con orgullo a una pecosa niña que parece aburrida de acompañar a su madre-, pero me ha dicho que se sienta en la última fila, con la mirada fija en la mesa y no dice una palabra.
-¿Será muda?
-Puede ser- interviene por primera vez el tendero mientras corta mortadela. -Desde luego cuando viene a la compra me entrega una lista con lo que necesita.
-No es muda- interrumpe la chillona voz de Rose.-Yo la he oído hablar. Una vez la vi jugando a través de la verja del jardín y estaba hablando con alguien invisible.¡Hasta vi moverse solo a su osito!
-¡Por Dios, Rose!- ríe avergonzada su madre.-¡Qué imaginación tienen los niños!
-¡Pero es verdad,mamá!
-Apúntamelo en la lista- le dice apresuradamente al tendero,- que mañana te pago. Y la ven alejarse velozmente plaza abajo mientras le echa un rapapolvo a su hija. El tendero y su compañera de cotilleos se lanzan una mirada llena de complicidad antes de ponerse a discutir sobre el supuesto origen de los pimientos.
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